martes, 1 de octubre de 2013

Delirios

Daniela Cruz 


Natalia era una mujer que vivía sola, se había alejado de su pueblo porque tenía un problema muy grande: la superstición. Sentía que viviendo sola no correría peligro de ningún modo. Pero se equivocó.
Natalia era alta, morena, delgada, tenía el cabello oscurísimo y como ya había dicho estaba llena de supersticiones.
Una tarde Natalia estaba en su casa; el sol estaba por ocultarse y el cielo tenía tonos maravillosos, entre color rosa, rojo, naranja, azul y de repente morado, era una extraordinaria mezcla, indefinida pero hermosa.
Natalia salió a la puerta de su angosta casita para ver mejor el atardecer. Estaba casi despidiendo al sol, de repente apartó su mirada del cielo, algo llamó su atención abajo y descubrió a un gato pequeño, con unos ojos claros y misteriosos, pero lo que la aterró fue el color de su pelo: negro. Se asustó tanto al ver al gato que caminaba sereno hacia ella, se puso mal y caminó hacia atrás; llevó rápidamente su rebozo a la cara para ya no ver al gato y en el brutal movimiento tiró al suelo un vaso con flores que estaba sobre la mesa. Su miedo aumentaba cada vez más, con el ruido del vaso al caer, el gatito se fue.
Natalia aterrada vio los restos del vaso que estaban en el suelo, se sentó y sin pensarlo tomó un afilado trozo de vidrio y lo deslizó rápidamente sobre sus muñecas. La sangre recorrió por sus manos, por las flores y finalmente al suelo donde se consumió.
Su alma se fue con los maravillosos colores claros del cielo y dejó su cuerpo solo y frio, frio como el viento de la noche que poco a poco la cubrió.

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