lunes, 29 de octubre de 2012

"Carmsí" por Alexis Pauline Hernández Pensado


No puedo observar nada, es como si estuviera en un inmenso mar oscuro el cual me ha envuelto y no me deja ir; grito pero no logro percibir el sonido de mi voz, ¿acaso soy muda? ¿o tal vez, sorda? No lo comprendo, mis sentidos están muertos y no sé dónde estoy; recuerdo una bella joven conmigo, sus ojos parecían unos mares azules grandes y brillantes, su rostro pálido y sus mejillas sonrosadas… ella era mi mejor amiga, única en su clase porque no había quién me comprendiera como ella, ahora que lo pensaba… no sabía su paradero, para empezar tenía que averiguar en dónde estaba y por qué.
Me levanté y a tientas encontré una pared, comencé a tocarla hasta que sentí lo que era una puerta, una emoción y una gran ola de preocupación me sobresaltó aún sin saber qué pasaba, giré la perilla y una pequeña luz llenó la habitación oscura en la que me encontraba la cual me cegó unos instantes mientras mis ojos se acostumbraban y comencé a caminar… un enorme pasillo blanco se encontraba ante mí repleto de retratos donde se encontraba esa joven sonriendo junto conmigo y nos acompañaba un chico muy hermoso, sus ojos extrañamente negros y una tez morena clara que a mi parecer era encantadora, los tres sonrientes nos abrazábamos con afecto, conforme avanzaba, las fotos con mi amiga disminuían y aumentaban las mías con aquel joven. Cuando no hubo más pasillo que recorrer, otra puerta se mostraba ante mí y dudando, opté por abrirla también pero…
“¿Lo sientes? Sientes esa punzada de dolor dentro de tu cabeza y que quema tu corazón lentamente, este es el resultado de ser quién eres.”
¿Alguna vez observaste algo que te hizo perder la cabeza? ¿Una imagen tan aterradora y escalofriante que quisiste gritar pero ningún sonido salió de tu garganta?
Un color carmesí inundaba la habitación, unas mariposas negras  que revoloteaban en ella se detuvieron al abrirse la puerta; allí no se percibía ruido alguno, tan sólo vino a mí el sonido de un violonchelo con una sublime melodía melancólica que era perfecta para lo que se tendía frente mis ojos… quise llorar pero ni una sola lágrima quiso salir  de mis ojos, al contrario… me observe con horror al notar como sonreía cínicamente ante tal escena, me percate en cada uno de los detalles, mis manos también eran de ese color, mis labios, mi maquillaje y mi vestido lleno de listones y encajes blancos se había teñido o más bien… salpicado.
Otra voz dentro de mí festejaba al ver todo esto, mi cara y mis expresiones se debatían  entre el horror  y la satisfacción.
-La escena perfecta –dije burlándome –algo digno de esperar.
“Personas como nosotras son la voz de la justicia, ¿verdad? No hicimos nada malo, sólo lo que debíamos que hacer. “
No me di cuenta del momento en que mi sorpresa se torno burla, el instante en el que mi arrepentimiento se desvaneció y dio paso a la satisfacción por un trabajo bien hecho y del cual nadie tendría conocimiento por qué no lo permitiría. Los recuerdos llegaron a mí, tanto dolorosos como reconfortantes, me arrodillé para acariciar el bello cabello dorado de Casandra y comencé a reír histéricamente mientras mis manos envolvían su rostro gélido y sin vida y dejaba caer una lágrima vacía sin pena sobre sus mejillas.
-Él… siempre fue mío. –dije como si aún estuviera viva y con tono de “te lo dije”.
La dejé en el piso nuevamente y seguí pintando la habitación, esos recuerdos no abandonaban mi mente y me asaltaban una y otra vez. Casandra, quien siempre había representado una guía para mí, una compañía iluminadora en mis momentos más dolorosos y llenos de soledad, jamás me había dejado y me aceptaba tal cual era; yo la quería, era como mi hermana y nada de esto hubiera pasado si ella no hubiera cometido el error de enamorarse de quién no debía.
La inestabilidad vivía dentro mío y cuando las cosas no se daban a mi antojo yo no me podía controlar, no era mi intención llegar tan lejos, simplemente a veces ELLA es más fuerte que yo.
Su nombre era Richard y cuando yo me perdía en sus bellos ojos negros me sonreía y me abrazaba, él era el responsable de mi felicidad, de mantenerme equilibrada para que no perdiera el control y todo acabara mal. Fui tan descuidada, tan estúpida al entregarle mi corazón tan fácilmente y no sirvió de nada porque no tuvo piedad conmigo, no se detuvo a pensar que me haría daño al mirar a otra y lo odié…
Odié a ambos por robarme el amor del otro para que ellos lo disfrutaran, entonces no pude hacer nada más que lo que ya estaba hecho; después de tantos años de sufrir por ser abandonada, rechazada y marginada me había cansado, era hora de ser yo la que ganara, la que lo tuviera todo sin importar el costo.
 ¿Acaso hice mal en querer tenerlos a ambos? Les pregunté a aquellos cadáveres sin vida que se tendían ante mí.
Por supuesto que no, ella había sido mi amiga primero y me quería a mí; en cuanto a Richard, sólo alguien como yo podía recibir esas sonrisas, nadie más.  Simple y sencillamente sus sentimientos egoístas no los dejaron ver el error que cometían al amarse, pero…
“¿No fui yo más egoísta al negarles ese derecho?”  -Ella me sonrió y me calmó –“Eso jamás, siempre hemos tenido la razón”.
    El atardecer se abría paso mientras caminaba hacia el lado opuesto observando varias parejas abrazadas, añoré sentirme así de amada, que él me amara como yo lo hacía pero… justo cuando más deseaba verlo sonreírme, apareció con Casandra tomado de la mano y no sólo sonreía, se dedicaba a verla con ternura, como todas las demás parejas lo hacían y yo no pude resistirlo. Salí corriendo a casa llena de rabia y todo a mí alrededor comenzó a temblar, grité, lloré y cuando todos mis sentimientos explotaron y no pude más me quedé en una esquina de mi cuarto y noté que era demasiado blanco…
“Todo lo que tienes que hacer, es dejarme salir… sólo así obtendrás lo que tanto deseas ¿o me vas a negar que no lo has pensado tú también?”
La idea que teníamos en mente me estremecía, no me creía capaz de hacer algo como eso y realmente no tenía el verlo y en cambio ella…
“¿Tienes miedo? No me hagas reír, el miedo es patético y con ello no serás feliz.”
Mi cuerpo dejó de temblar y me miré en el espejo, una sonrisa maquiavélica se reflejaba, pensé en esos momentos que ya no me importaba nada y la deje salir. Un rechinido me devolvió al mundo real, era la puerta de la entrada.
-Hemos llegadome llamaron desde el pasillo.
-¿Rachel?
-Estoy aquí…-sonreí desde mis adentros y tomé una decisión… -no dejaré que me sigan lastimando.
Los observé felices y fingí serlo yo también, me contaron cómo les había ido y después todo pasó muy rápido. Justo cuando me confesaron que se querían me abalancé sobre ambos y el carmesí de su sangre manchó el piso… la daga que sostenía en mi mano y que contenía la sangre de las personas a las que más amé y que ahora odiaba escurría en mis manos, la observé durante unos minutos y la limpié con mi lengua, la guardé en mi bolsillo y con mis manos comencé a pintar la habitación… estaba feliz, más de lo que jamás había estado.
Me arrastré por el pasillo para buscar una sabana para cubrirlos, no quería ser descortés y permitir que pasaran frío, pero me quedé dormida allí…
“Este es lo que somos, tarde o temprano iba a pasar”
Aquella voz me calmaba, me daba a entender que no había nada que temer, que jamás iba a estar sola de nuevo, siempre la tuve a ella conmigo y no la aprecie, ella había sido capaz de entenderme más de lo que Casandra lo hizo alguna vez, gracias a ella yo me encontraba mejor.

Ahora por fin puedo observar mi obra de arte, una habitación carmesí terminada, mis manos ya limpias, acomodando el cadáver de mi nueva muñeca en una silla, la he peinado y le he puesto un hermoso vestido de época, intento no olvidar ningún detalle para que se vea perfecta. Pero lo más importante es él, el muñeco de mi único amor, esos ojos negros que ya no brillan más, esa piel que ahora es pálida pero no importa porque para mí sigue siendo bello, lo acomodo a mi lado y tomo su rostro, le digo que lo amo y beso sus labios que ahora eran helados por fin… había esperado tanto pero no importaba, ahora los tenía conmigo para siempre.
Aquí, en esa habitación carmesí al lado de las dos personas que tanto amo he decidido desaparecer de la faz de la tierra y llevarme a mi otro yo conmigo.
-Rachel y Raquel deben irse –me dije a mi misma –por que cuando una de ellas reacciona nada sale bien…Raquel sólo empeora todo…
-Eso no es verdad, porque ahora tienes todo lo que deseas….-me contesta Raquel.
-Mientes… lo que más deseo es terminar todo esto…
-¿Estás segura? Después de todo lo que hemos sufrido…
-No, yo realmente hubiera querido que estuvieran vivos con nosotras, así como han quedado ya no tiene sentido alguno, hemos llegado demasiado lejos.
-No lo suficiente, esto no es una locura porque ambas existimos.
-Dos personas condenadas a compartir un mismo cuerpo es digno de llamarse “locura”
-Al fin y al cabo qué más da  si es locura o no Rachel, para nosotros es realidad.
-Una realidad de lo más cruel… -dije mientras lloraba en silencio.
A lo lejos, en medio de este enorme bosque mi obra maestra se incinera conmigo dentro, tomo la mano de mi mejor amiga y beso a mi amado, los brazos de mi hermana, mi otro yo o lo que quiera que sea que es Raquel rodean mi cuello y su cabeza se recarga sobre la mía, como si tratara de crear el cuadro perfecto, aun obra maestra digna de admirar, recordar e inmortalizar y ahora yo… no deseo nada más…no poseo nada más y aún así soy feliz.
“Ambas lo somos… -una sonrisa se dibuja en nuestro rostro –hermana.”


“Siempre compartiremos nuestro cuerpo con alguien más, todos tenemos un lado macabro y si dijeran que no es así… ¿acaso jamás han reprimido deseos que saben que están mal? La humanidad se ha condenado a esto: a representar la dualidad de las cosas, algunos de manera extremistas y otros más temen descubrirse a sí mismos, lo único que sé es… que jamás escaparemos de nosotros.”

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