No importa lo
mucho que escriba el novelista
o divague el
poeta. Nadie, sólo el huérfano
sabe lo que pesa y
dura hasta el último final la orfandad.
El huérfano debe
combatir solo y aparte
contra el mundo,
el dolor, la vida -esa pesadilla
atestada de gentes
y de ruidos,
de befas e ironías
de cuchillo-.
Allí está, tan
cerca del odio, del desprecio, del abuso.
En sus ojos hay no
sé cuánta muerte,
cuánta soledad,
cuánta pereza andada en desconfianza.
Hay no sé cuánto.
No sé cuánto…
II
- Respiro un
solvente impregnado de sueños
en el que se han
vertido los juegos de color en movimiento
que el desamparo,
con la inocencia, me arrebató:
esclavo de un de
un de trapo roto.
Y ese trapo roto
soy yo.
Entre ellos, media
naranja es media naranja.
Para mí, media
naranja es una máscara,
pues en sus calles
no quieren verme.
Este hueco en el
concreto es mi trinchera.
Porque no tengo
nada,
porque para mí no
hay mañana, hoy
bajo el puente donde he vuelto a ser nada,
bajo el puente donde he vuelto a ser nada,
el vapor del
solvente inhalo
y me esfumo hasta
no verme.
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