Navegaba en ese mar de recuerdos vacíos, cosas que se van, que
pasan desapercibidas. Sueños. Sueños de noches infinitas, memorias llenas de
porquería con olor a entrañas descomponiéndose.
Navegaba casi imparablemente, sin precauciones, sin
restricciones. Me dediqué a hurgar entre la basura de mis pensamientos,
intentando encontrar indicios de Cordura. Nada. La Locura y la Esquizofrenia se
la habían comido.
Me cansé de navegar y me dediqué a dormir.
Dormía, entre el murmullo de tu voz, dormía como un bebé después
de llorar hasta el cansancio. Dormía sin intenciones de volver a despertar. Y
más se apoderaba de mi la ironía, con esa forma tan suya de manipular y
confundir, o simplemente decir cosas sin sentido alguno.
Mientras dormía, soñaba. Soñaba con un cielo que estaba debajo
de mis pies, negro como el humo denso de un incendio infernal; con el suelo
cubriendo mi cabeza. Había, en mi sueño, un par de senderos... ¿cuál debía
tomar pues? Uno tenía un aspecto tétrico, muy oscuro y hasta podía sentir el
frío; el otro estaba flanqueado de rosales y era bastante colorido. El último,
me daba miedo.
No tomé ninguno la verdad, regresé por donde vine y caí en
espirales.
Caía en todas direcciones y no me hallaba atemorizada. Seguí
hasta que no pude diferenciar entre mi sueño y la realidad.
Pues en la realidad, de algún modo siempre me hallaba cayendo...
Finalmente, caminaba. Caminaba
entre el césped, ya seco. Y mientras caminaba, recordaba; y mientras recordaba,
navegaba; y mientras navegaba, dormía; y mientras dormía, soñaba; y mientras
soñaba, caía...
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