Es este desgaste emocional, este cansancio,
quizá espiritual o con cierta felonía, no sé,
pero se rompe y me resquebraja.
Me pone al borde de un llanto,
al borde de todo poema, de todo reclamo e incluso de los miedos;
estoy a punto de salvarme y a punto del suicidio.
Te espero, es cierto,
pero ya no te espero como hace más de un año,
ahora la espera es incrédula y vacía,
llena de besos que salen de mis labios y no de mi alma.
Y podrás llegar si así deseas,
y estaré,
aunque más muerto,
más cansado, más herido,
más del tiempo y menos tuyo.
Y al besarme mis labios resecos serán de tierra,
y al abrazarme, mi espalda será roca, fría, sólida...
Y no estaré más.
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