lunes, 30 de septiembre de 2013

Para Nadie


Luis Andrés Hernández Rodríguez 



Me senté para empezar a trabajar en la obra que he esperado tanto tiempo,
después de ese sueño que transformó las imágenes que merodearon mi cabeza sin razón alguna por tantos años,
comprendí más adelante que eran parte de lo que tanto anhelé, la unificación de diversos sueños y sentimientos,
sí, ya era el momento de transmitirlos y plasmarlos en esa vieja máquina de escribir heredada por mi abuelo paterno
de profesión reportero de un diario local de un pequeño poblado cercano a Morelia.
Estuve sentado por varias horas escribiendo y escribiendo sin dejar pasar ningún segundo ya que si lo hacía, presentía que
las ideas quedarían en el aire, entré en un momento de fantasía y me dejé llevar por la satisfacción que me produce
el sabor del indeleble jazz, la catarsis se presentó y se impactó con mis neuronas empapadas en el éxtasis
de mi próxima creación. Las horas se fueron acumulando y yo solo creía en mí, solo en mí, era la única persona que habitaba
este mundo, yo solo podía describirlo con tal exactitud, la desesperación por comprender y poder narrar la cosmogonía de
este mi lugar fantástico turbaba y alteraba mis sentidos de percepción de la realidad .
El sueño me derrotó poco después de servirme el último aliento de la botella de whisky, no recuerdo más.
Desperté, esa luz infernal que petrificaba mis ojos me hizo levantarme del suelo, miré a mí alrededor, todo seguía igual,
la gotera del lavamanos caía con la misma fuerza de siempre. Me acerqué a las cuatrocientas sesenta y dos páginas
que había escrito la noche anterior, me dirigí al baño y las dejé caer por el excusado,
las cuatrocientas sesenta y dos páginas, una por una, hasta que mi mano temblorosa encontró la calma,
sentí frustración en ese momento y más tarde llegó el arrepentimiento, no logro comprender que fue lo que me llevó a esa
acción inexplicable, no sabía si fue por que no valía la pena, ¿por qué lo hice?, no lo sé…



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