lunes, 30 de septiembre de 2013

La Decepción de la Verdad

Alexia Wolburg 


Se encontraba en ese momento viva, manejando su auto, pero eso podía en un par de segundos cambiar eso. Imagino su pie hundiéndose en el acelerador y también cuanto polvo habría en aquel “accidente”. Tuvo que desechar esa idea más por obligación que por gusto. Si intentaba matarse en el trafico de medio día, molestaría a muchas personas sin tiempo para perder por culpa de aquellos que se matan en el trafico de medio día, personas igual que ella. Y quería que si alguien pensaba en matarse cuando ella iba a trabajar, tuviera consideración y desistiera. Estaba desesperada por llegar a casa pero esa tarde el tráfico era un rio que fluía demasiado lenta. Las ruedas de su auto giraron y giraron y giraron, hasta que en cierto momento, al voltear la mirada se horrorizo tanto que al verlo pensó que únicamente se trataba de un bulto deforme, hasta que se percato de aquel color, uno que el humano conoce su significado de manera innata. Supo porque el tráfico iba tan lento; todos los que pasaban por ahí reducían la velocidad para observar aquel mórbido circo. “Pase, pase, vea al muertito antes de que la sangre coagule.” Me sentí mal al ver un cadáver con una persona que la quería a su lado gritando por ayuda, sin saber que hacer con el rápido brote de sangre de su cabeza. Escuche “¡una ambulancia, una ambulancia, por favor!” cada vez mas silenciado por la lejanía, hasta que se volvió un recuerdo dudoso de mi mente. Antes de siquiera comenzar a especular las causas de aquello, vio a otra persona tirada en el piso, perdiendo rojo de su cabeza. Los autos pasaban sobre la sangre viscosa, borrando la mancha que parecía decidida a expandirse.

Y ahora no sintió una lástima condescendiente, verdaderamente sintió miedo, dos personas eran demasiada coincidencia, y las coincidencias son el subconsciente haciéndonos cree que no pasa nada. La adrenalina corría por sus venas, apresurando conclusiones imposibles, imagino accidentes sin lógica y recordó historias macabras que contaban siendo niños para explicar sucesos que no comprendían. Recordó un historia en particular, de esas que nos muerden y perturban tanto que jamás nos permitimos olvidar; Cadáveres eran encontrados con el cráneo destrozado , los parientes lloraban y buscaban al asesino, cuando de pronto todo se tornaba negro, una respiración detrás de ellos y una voz: “Soy un caballo. ¿Me crees?” Y entre murmuros algunos decían “no”. Acto seguido los veían caer muertos. -“Voltea, comprueba que lo soy.” Y voltearon, demostrando que ponían en duda que le creyeron en un principio. También murieron. Pero hubo un chico que tenia demasiado miedo como para voltear y tenerse que enfrentar a aquel ser pesadillezco. Se quedo inmóvil, apretando los ojos casi tan fuerte como sus puños. -Anda chico, voltea, veme. -No.- Musito masticando el aire. -¡Que me veas! ¡Voltea! -No.- Su cabeza se movió de un lado al otro. Aquel ser lo empujaba, y mordía, jugando con la fragilidad de su vida pero incapaz de matarlo aun.

 El chico jamás abrió los ojos. El caballo no podía matarlo así y lo dejo vivo. El chico jamás volvió a abrir los ojos.

Vivió demasiado atemorizado de ver cualquier cosa ahora. Estúpida, estúpida hist… Había llegado a su hogar, el portón la separaba de la falsa seguridad que nos hemos convencido esta dentro de la casa. La reja eléctrica la hacía sentir bienvenida, 3 metros adelante. Apago el auto y abrió la puerta. Su pie toco el piso y todo se torno negro, estaba sola ahí, parada en la ausencia de luz, sintiendo una respiración un su espalda. Ese ruido insoportable, lo oigo todo el tiempo, ese pequeño chillido que hacen cuando siente la muerte inminente. Camine lentamente, sabiendo que aquí no importa el tiempo, olí su perfume, vi su cabello acomodado en alguna posición antinatural como para tratar de olvidar que alguna vez fueron animales Tome aire para pronunciar palabras que he dicho millones de veces. -Soy un caballo ¿Me crees? Vi los escalofríos que a veces los recorren, y sonreí ante la perspectiva de su temor. -Si, te creo. Oí lagrimar recorriendo sus mejillas. Mentirosa. -Si me crees voltea y veme...- Dije sonriendo. Veme, veme, aquí estoy -No, te creo. Mierda, soy un mentiroso, veme. Voltea. La mordí, así voltearía, pero solo pude sentir como apretaba más los parpados. La empujaba, la mordía, pero aun necesitaba que me viera para poder matarla, necesitaba que supiera que soy un mentiroso. Pero no volteo. Viviría porque me creyó. Estaba curiosamente feliz de por segunda vez alguien me creyera pero sabía que quien lo hacia seguía viviendo ahora demasiado aterrorizados de ver de nuevo.


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